jueves, 18 de diciembre de 2014
miércoles, 22 de octubre de 2014
El libro, un objeto a potenciar
La
aparición del libro electrónico y su rápido crecimiento en los primeros tiempos
hicieron dudar al sector editorial sobre el papel que jugaría el libro
tradicional en los próximos años. En su intento por protegerlo, ha apostado por
la revalorización del libro como objeto, mejorando sus aspectos formales.
Editoriales
de todo el mundo buscan seducir al lector con libros en papel, más caros, pero
que aportan una experiencia más visual y sensorial, que los diferencia del
ebook e incluso de la mayoría de los existentes en papel. Recuperan, de este
modo, el amor al libro tradicional, al mismo tiempo que reivindican su pasado.
Con
esta iniciativa persiguen que, al mismo tiempo que crecen los libros
electrónicos, se publiquen más libros en papel. Los dos formatos serían, de
esta forma, no excluyentes sino complementarios.
Entre
este tipo de libros, predominan los libros ilustrados. El libro ilustrado es un libro eminentemente
literario, en el que el ilustrador, aunque se trate de un artista plástico,
colabora con el autor, para realzar un texto, siendo las ilustraciones
representaciones gráficas que nos informan sobre el contenido del libro.
Se
encuentran libros ilustrados ya en el Antiguo Egipto, como es el caso del Libro
de los muertos (S. XV a d.C.), también en la Roma Imperial, pero el gran
impulso se produce en la Edad Media con la iluminación de manuscritos.
Con la
llegada de la imprenta la ilustración se reduce pero no desaparece. En la época
moderna muchos artistas trabajan en la ilustración de libros siguiendo las
tendencias artísticas. Con el siglo XX las nuevas tecnologías facilitan la
producción de libros ilustrados a bajo coste. Frente a este abaratamiento
surgen los libros ilustrados por artistas de renombre, convirtiéndose en un
libro ilustrado de lujo.
No debe
confundirse un libro ilustrado con un libro de artista o libro objeto, algo que
se produce con frecuencia.
Un
libro de artista es una obra de arte, concebida y realizada en su totalidad por
un artista. No se trata de un producto industrial como el libro común y
habitualmente no se comercializa como ellos. Están a medio camino entre el
libro y las artes plásticas, más cercano a uno u otras dependiendo de distintas
tipologías. En este tipo de libro cabe todo, desde los experimentos
tipográficos a las formas más variadas, aunque la mayoría tienen una estructura
y funcionamiento semejante al libro común.
Se
trata de una forma de expresión plástica surgida en la segunda mitad el siglo
XX, cuando Edward Ruscha, un artista estadounidense, asociado al movimiento
pop, realiza la primera edición de Twenty-six Gasoline Station, un libro de
fotografías publicado en 1962.
Antecedentes
del mismo se podrían considerar algunas obras de los poetas Mallarmé y
Apollinaire, pero fueron los futuristas
italianos, los constructivistas rusos, los surrealistas, los dadaístas, como
Marcel Duchamps, etc, los que le dieron un gran impulso
Otra posible
confusión frecuente se produce entre el libro de artista y el libro objeto. En
el libro objeto el artista emplea la imagen tridimensional del libro de forma
simbólica, como objeto o expresión, excluyendo su finalidad literaria. Son
objetos para admirar e interpretar su lenguaje plástico, no se trata de libros
propiamente dichos.
Como resumen final diremos que parece
claro, al menos por el momento, que editoriales de todo el mundo están
apostando por la revalorización del libro en papel, tratando de seducir al
lector con libros que aportan una experiencia diferente al libro electrónico, lo
que ha quedado reflejado en algunas ferias como la de Londres y New York.
martes, 22 de abril de 2014
BIBLIOTECAS EN EL FRENTE Y EN LA RETAGUARDIA: 1914-18
Cuando se cumple el centenario de la primera guerra mundial, queremos destacar
el papel jugado por los libros en esta sangrienta contienda.
La creación de
servicios de lectura fue una iniciativa común a todos los países implicados en
el conflicto, que reunieron millones de documentos para hacerlos llegar a sus
tropas, allá donde se encontrasen. Como dato significativo, solo alemanes,
británicos y americanos movieron 30 millones de libros y revistas.
En Europa, la iniciativa parte de la sociedad civil, aunque, a medida
que el conflicto se alarga, son los propios gobiernos quienes consideran necesario
el envío de libros, pasando a dirigir la
operación. Esta necesidad viene dada por tres factores confluyentes: el aumento
de los niveles de alfabetización, la mejora de la vida de los soldados y
su deseo de leer.
Los libros llegarán a cualquier lugar donde exista demanda, del frente o
de la retaguardia: a navíos de guerra, hospitales, campos de concentración, campos
de batallas, centros de instrucción, campamentos, etc.
Estos millones de documentos provienen de bibliotecas públicas, y, ocasionalmente, de bibliotecas especializadas y
universitarias, pero fundamentalmente de la movilización ciudadana, de instituciones benéficas, culturales,
religiosas, filantrópicas, editoriales, etc.
Las campañas de recogida de
libros tienen un marcado carácter patriótico y solidario, por lo que se consigue
la participación de todos los estratos sociales. A través de la prensa, se orienta a los ciudadanos sobre las
lecturas más convenientes para entretener
y mantener alta la moral de la tropa. Los criterios de selección de las
publicaciones los establecen las autoridades militares, que se encargan, a su
vez, del control en los distintos servicios de lectura. Los temas preferidos son novelas, obras de
entretenimiento y de ficción, principalmente de ficción bélica, que ensalzan el valor del compañerismo, de la
camaradería y elevan el valor de la tropa. El transporte de los libros y
revistas a su destino se encomienda a la Cruz Roja.
Las bibliotecas responderán a este desafío de forma diferente, según
los países y la habilidad y cualificación de sus profesionales. Si bien, en
ocasiones, se recurre a ellas como un medio para demostrar la supremacía cultural
de un bando sobre otro (la destrucción de la biblioteca de la Universidad de
Lovaina se consideró un acto de barbarie del bando alemán), en general participan
desde un segundo plano. No obstante, en ambos bandos hubo bibliotecarios que colaboraron
en la selección del material e incluso, como en el caso de la ALA (American
Library Association), planificaron y organizaron eficazmente los servicios de
lectura en colaboración con el Gobierno Federal, lo que les ayudó a ganar
visibilidad y prestigio.
La participación es más significativa en el caso de las bibliotecas
públicas, que, en ocasiones, llegan a trasformar sus espacios y servicios para
adaptarse a las necesidades militares del momento, convirtiéndose en lugares
donde se distribuye propaganda, se informa sobre el conflicto o, incluso, se
reclutan soldados. Al mismo tiempo, ven
modificarse los tipos de usuarios y sus necesidades. El alistamiento masculino,
el desempleo y la reducción en la oferta de ocio, hace que se incremente el
número de mujeres que usan las bibliotecas y que demandan otro tipo de
materiales de consulta, entre los que sobresalen la prensa y las revistas
ilustradas.
Al terminar la guerra, las
experiencias vividas trajeron grandes cambios a las bibliotecas. A causa del
reclutamiento, los puestos de máxima responsabilidad pasan a manos femeninas, especialmente en el mundo anglosajón; se
revisa la CDU para adaptarla a las necesidades surgidas de las numerosas publicaciones que se editaron:
carteles, mapas, etc., lo que a su vez propició el incremento de este tipo de
materiales; se desarrollan las
bibliotecas de hospitales, cuarteles
etc.; se produce la
especialización de bibliotecas y bibliotecarios, pero, sobre todo, surgió el debate y la
reflexión sobre el papel a desempeñar en el futuro, cuya consecuencia directa
fue la modernización de las bibliotecas.
Foto: Archivo AGA
Etiquetas:
Bibliotecas,
guerra,
I Guerra Mundial,
libros
jueves, 6 de marzo de 2014
Teresa Andrés, bibliotecaria en tiempos de guerra
Con motivo de la celebración del
8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, queremos traer aquí la historia de
Teresa Andrés, una de tantas luchadoras condenadas al olvido por su doble
condición de derrotada y mujer. Nacida
en 1907 en un pueblo de Valladolid, de madre maestra y padre médico, tuvo
formación universitaria con un expediente académico extraordinario. Su paso por
la Residencia de Estudiantes, marcó su formación e inquietudes: llegó a dominar
tres idiomas y estuvo becada en Alemania
en los años 30. En 1931 accede al Cuerpo Facultativo de Archiveros,
Bibliotecarios y Arqueólogos obteniendo el primer puesto en las oposiciones.
Su
militancia izquierdista la llevó a asumir altas responsabilidades durante la Guerra
Civil siempre en el ámbito de la cultura: forma parte de la Comisión Gestora
del Cuerpo Facultativo creada en 1936 y de la Sección de Bibliotecas del
Consejo Central (1937-38), pero por lo que va a ser conocida sobre todo es por
ser la bibliotecaria que llevó adelante la Sección de Bibliotecas de Cultura
Popular, cuya actividad, especialmente en los primeros meses de la contienda,
fue ingente.
Cultura Popular había nacido en 1936 tras la victoria del Frente Popular como una federación de todas las asociaciones culturales que ya existían vinculadas al movimiento obrero. Su Sección de Bibliotecas tenía como misión coordinar todas las bibliotecas obreras y los servicios culturales de los partidos políticos y las organizaciones del Frente Popular.
El comienzo de la Guerra Civil propició que Cultura Popular y por ende Teresa Andrés adquirieran una gran relevancia: su actividad se centró a partir de entonces en el envío y organización de bibliotecas en los hospitales y en el frente. Se crearon las llamadas Biblotecas de Guerra, que estaban compuestas por las Bibliotecas de Hogares del Soldado, Bibliotecas de Hospitales y Bibliotecas de Batallones. Durante la contienda, la frenética actividad de Teresa Andrés tenía como objetivo fundamental hacer llegar libros a estos lugares, de hecho se calcula que se enviaron más de 150.000 fondos bibliográficos y publicaciones periódicas y que se crearon 931 bibliotecas. Se editaba también el llamado Boletín Cultura Popular que daba cuenta de las actividades que se llevaban a cabo. Al frente de las bibliotecas estaba el Comisario del Batallón o el Miliciano de la Cultura que recibía las fondos ya catalogados y clasificados. De esta manera, se podían enviar las bibliotecas totalmente organizadas, fijas y móviles, a los distintos frentes de batalla. El esfuerzo de Teresa Andrés tenía como principal objetivo el intento de crear una auténtica cultura popular en tiempos de guerra.
A principios de 1939, tras la caída del frente en Cataluña, se exilia en Francia (su padre y un hermano habían sido fusilados por los franquistas al principio de la guerra) e intenta, sin éxito, trasladarse a Méjico con su familia. Tras la invasión nazi, participarán en un grupo comunista de la Resistencia Francesa hasta la liberación de París en 1944. A pesar de su temprana muerte en 1946 debido a una leucemia, todavía le daría tiempo a trabajar en el catálogo de los libros españoles de las bibliotecas de París en 1945 a las órdenes de Marcel Bataillon y a representar a España en el I Congreso de Mujeres Democráticas celebrado en París en ese año. Como tantas mujeres republicanas fue difamada y condenada al ostracismo por los vencedores de la Guerra. Sirva este pequeño texto de homenaje a todas ellas.
Cultura Popular había nacido en 1936 tras la victoria del Frente Popular como una federación de todas las asociaciones culturales que ya existían vinculadas al movimiento obrero. Su Sección de Bibliotecas tenía como misión coordinar todas las bibliotecas obreras y los servicios culturales de los partidos políticos y las organizaciones del Frente Popular.
El comienzo de la Guerra Civil propició que Cultura Popular y por ende Teresa Andrés adquirieran una gran relevancia: su actividad se centró a partir de entonces en el envío y organización de bibliotecas en los hospitales y en el frente. Se crearon las llamadas Biblotecas de Guerra, que estaban compuestas por las Bibliotecas de Hogares del Soldado, Bibliotecas de Hospitales y Bibliotecas de Batallones. Durante la contienda, la frenética actividad de Teresa Andrés tenía como objetivo fundamental hacer llegar libros a estos lugares, de hecho se calcula que se enviaron más de 150.000 fondos bibliográficos y publicaciones periódicas y que se crearon 931 bibliotecas. Se editaba también el llamado Boletín Cultura Popular que daba cuenta de las actividades que se llevaban a cabo. Al frente de las bibliotecas estaba el Comisario del Batallón o el Miliciano de la Cultura que recibía las fondos ya catalogados y clasificados. De esta manera, se podían enviar las bibliotecas totalmente organizadas, fijas y móviles, a los distintos frentes de batalla. El esfuerzo de Teresa Andrés tenía como principal objetivo el intento de crear una auténtica cultura popular en tiempos de guerra.
A principios de 1939, tras la caída del frente en Cataluña, se exilia en Francia (su padre y un hermano habían sido fusilados por los franquistas al principio de la guerra) e intenta, sin éxito, trasladarse a Méjico con su familia. Tras la invasión nazi, participarán en un grupo comunista de la Resistencia Francesa hasta la liberación de París en 1944. A pesar de su temprana muerte en 1946 debido a una leucemia, todavía le daría tiempo a trabajar en el catálogo de los libros españoles de las bibliotecas de París en 1945 a las órdenes de Marcel Bataillon y a representar a España en el I Congreso de Mujeres Democráticas celebrado en París en ese año. Como tantas mujeres republicanas fue difamada y condenada al ostracismo por los vencedores de la Guerra. Sirva este pequeño texto de homenaje a todas ellas.
Etiquetas:
Bibliotecarias,
Cultura Popular,
Día de la mujer
martes, 14 de enero de 2014
CIBERPLAGIO y HONESTIDAD
La
transformación sustancial de la política universitaria hace que se tienda a
hacer cada vez más visibles las investigaciones científicas e incluso los trabajos
académicos realizados por los alumnos. Con la implantación del Espacio Europeo
de Educación Superior son varios los trabajos que un alumno universitario
realiza a lo largo de sus estudios, que
culminan con el trabajo de fin de grado y, en algunos casos, el de máster. Son
precisamente estos últimos a los que se les da visibilidad en los repositorios
institucionales.
A
la hora de elaborar estos trabajos, la mayoría de los alumnos utilizan las
búsquedas en internet como la fuente principal de información. Esto que de por sí ya es un
problema, por la restricción de los resultados y por el uso de una información
a menudo no contrastada e incluso errónea,
se ve agravado con la incorporación de los resultados encontrados tal y
como están, el famoso “corta y pega”, o con la descarga de los trabajos
íntegros, cayendo en lo que se denomina plagio o “ciberplagio”, e incurriendo
no solo en una falta ética sino también en un delito.
Plagiar
según la Real Academia es “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como
propias”. Los medios legales que tienen los autores para luchar contra este
tipo de prácticas que atentan contra sus derechos morales e intelectuales son:
La ley de Propiedad Intelectual (Real Decreto legislativo 1/1996 de 12 de
abril, modificado por la Ley 5/1998 de 12 de abril), la ley reguladora del
Derecho de Rectificación (Ley Orgánica 2/1984 de 26 de marzo) e incluso el
Código Penal, art. 270.1, (Ley Orgánica 10/1995 de 23 de noviembre).
Detectar el
plagio no es una tarea fácil, pero desde las universidades se debe concienciar
a los alumnos de lo deshonesto de esta práctica, que puede acarrearles sanciones
y que supone un descrédito para ellos mismos y para la institución.
Cada
universidad ofrecer a sus usuarios, a través de sus bibliotecas, numerosos
recursos de información, que suponen un esfuerzo económico importante. Son las propias
bibliotecas quienes ponen a disposición de los usuarios los medios para acceder
a dichas fuentes, instruyen sobre el manejo de las mismas y sobre la selección
de la información.
Por esta
razón, el plagio va también contra las propias bibliotecas, ya que dinamita su
papel. Esta situación ha llevado a que muchas bibliotecas se hayan unido al
movimiento antiplagio, utilizando las páginas web para advertir sobre el uso
ético de la información, indicar la manera de realizar citas bibliográficas y
mostrar la legislación relativa a la protección de los derechos de autor.
Dos comisiones
sectoriales de la CRUE (Conferencia de Rectores de Universidades Españolas)
junto con REBIUN (Red de Bibliotecas Universitarias) han creado el portal CI2
(Competencias Informáticas e Informacionales) para la incorporación de estas
competencias transversales en las universidades españolas, de manera que “los
estudiantes adquieran los conocimientos necesarios para desenvolverse en la
sociedad del conocimiento y sean capaces de utilizar las TIC adecuadamente para
sí poder localizar, evaluar, utilizar y comunicar la información en cualquier
ámbito de especialización”.
Dentro de
este portal existen varios tutoriales entre los que queremos destacar el
producido por la Universidad de Sidney, traducido y adaptado por la CRUE,
REBIUN y TIC sobre “plagio y honestidad académica”, que os ofrecemos en el
siguiente enlace:
http://ci2.es/objetos-de-aprendizaje/tutorial-de-plagio
(Imagen tomada del blog: historias y fantasias)
Etiquetas:
ciberplagio,
derechos de autor,
plagios,
propiedad intelectual
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