martes, 22 de abril de 2014

BIBLIOTECAS EN EL FRENTE Y EN LA RETAGUARDIA: 1914-18

Cuando se cumple el centenario de la primera guerra mundial, queremos destacar el papel jugado por los libros en esta sangrienta contienda.
La creación de servicios de lectura fue una iniciativa común a todos los países implicados en el conflicto, que reunieron millones de documentos para hacerlos llegar a sus tropas, allá donde se encontrasen. Como dato significativo, solo alemanes, británicos y americanos movieron 30 millones de libros y revistas.
En Europa, la iniciativa parte de la sociedad civil, aunque, a medida que el conflicto se alarga, son los propios gobiernos quienes consideran necesario el envío de libros, pasando a dirigir la operación. Esta necesidad viene dada por tres factores confluyentes: el aumento de los niveles de alfabetización, la mejora de la vida de los soldados y su  deseo de leer.
Los libros llegarán a cualquier lugar donde exista demanda, del frente o de la retaguardia: a navíos de guerra, hospitales, campos de concentración, campos de batallas, centros de instrucción, campamentos, etc.
Estos millones de documentos provienen de bibliotecas públicas, y, ocasionalmente, de bibliotecas especializadas y universitarias, pero fundamentalmente de la movilización ciudadana, de  instituciones benéficas, culturales, religiosas, filantrópicas, editoriales, etc.
Las campañas de recogida de libros tienen un marcado carácter patriótico y solidario, por lo que se consigue la participación de todos los estratos sociales. A través de  la prensa, se orienta a los ciudadanos sobre las lecturas más convenientes para entretener  y mantener alta la moral de la tropa. Los criterios de selección de las publicaciones los establecen las autoridades militares, que se encargan, a su vez, del control en los distintos servicios de lectura. Los temas preferidos son novelas, obras de entretenimiento y de ficción, principalmente de ficción bélica, que  ensalzan el valor del compañerismo, de la camaradería y elevan el valor de la tropa. El transporte de los libros y revistas a su destino se encomienda a la Cruz Roja.
Las bibliotecas responderán a este desafío de forma diferente, según los países y la habilidad y cualificación de sus profesionales. Si bien, en ocasiones, se recurre a ellas como un medio para demostrar la supremacía cultural de un bando sobre otro (la destrucción de la biblioteca de la Universidad de Lovaina se consideró un acto de barbarie del bando alemán), en general participan desde un segundo plano. No obstante, en ambos bandos hubo bibliotecarios que colaboraron en la selección del material e incluso, como en el caso de la ALA (American Library Association), planificaron y organizaron eficazmente los servicios de lectura en colaboración con el Gobierno Federal, lo que les ayudó a ganar visibilidad y prestigio.
La participación es más significativa en el caso de las bibliotecas públicas, que, en ocasiones, llegan a trasformar sus espacios y servicios para adaptarse a las necesidades militares del momento, convirtiéndose en lugares donde se distribuye propaganda, se informa sobre el conflicto o, incluso, se reclutan soldados. Al mismo tiempo, ven modificarse los tipos de usuarios y sus necesidades. El alistamiento masculino, el desempleo y la reducción en la oferta de ocio, hace que se incremente el número de mujeres que usan las bibliotecas y que demandan otro tipo de materiales de consulta, entre los que sobresalen la prensa y las revistas ilustradas.
 Al terminar la guerra, las experiencias vividas trajeron grandes cambios a las bibliotecas. A causa del reclutamiento, los puestos de máxima responsabilidad pasan a manos femeninas,  especialmente en el mundo anglosajón; se revisa la CDU para adaptarla a las necesidades surgidas de  las numerosas publicaciones que se editaron: carteles, mapas, etc., lo que a su vez propició el incremento de este tipo de materiales; se  desarrollan las bibliotecas de hospitales, cuarteles  etc.;  se produce la especialización de bibliotecas y bibliotecarios,  pero, sobre todo, surgió el debate y la reflexión sobre el papel a desempeñar en el futuro, cuya consecuencia directa fue la modernización de las bibliotecas. 
 Foto: Archivo AGA