Las bibliotecas universitarias están viviendo un momento de
gran incertidumbre. La crisis económica está provocando recortes de
presupuestos, despidos de personal y reducción de horarios. A esto se suma que
los bibliotecarios no hemos encontrado aún el modo de dar soporte al
aprendizaje, la docencia y la investigación en las universidades del siglo XIX.
En algunos foros se discute la forma de modificar nuestra tradicional manera de
trabajar para buscar formulas nuevas. Se trata de encontrar un nuevo paradigma,
que debe ir más allá de ofrecer información y espacios de estudio. Debemos
colaborar en los procesos de aprendizaje, de docencia y ayudar a los
investigadores en sus proyectos de investigación. No estamos hablando de la
desaparición de la profesión sino de una nueva manera de ser bibliotecario.
En una institución donde la tradición es un lastre, algunas
bibliotecas, conscientes de los cambios que se están producido, han
dado pequeños pasos para adaptarse a los mismos: un perfil en Facebook, libros
electrónicos, etc. Pero generalmente estos
pasos han ido siempre por detrás de las necesidades de nuestros usuarios.
En un
momento de gran inseguridad profesional y económica no podemos seguir haciendo
lo que hacemos. No se trata solamente de nuestra supervivencia profesional,
tenemos que procurar cambiar nuestra organización para conectarla con los
usuarios, debemos ser permeables a sus necesidades. Las bibliotecas deben ser
lo que nuestros usuarios necesiten que sean. Nuestro objetivo en los próximos años no estará solamente en
proporcionar información, sino en conseguir que nuestros usuarios tengan éxito
en sus tareas. Se trata, por tanto, de mirar de fuera a dentro, de ser creativos,
innovar, ser receptivos a las necesidades y proclives a nuevas ideas.
Poner una
nueva idea en marcha conlleva estar dispuestos a asumir los errores que se
produzcan y refinar o reformular las propuestas. No debemos tener miedo a
equivocarnos. Esta es la manera de abrir nuevos caminos, de cambiar inercias. En resumen, debemos ofrecer
nuevos modelos de servicios. De no conseguirlo, estaremos al margen de la
educación universitaria.
Las escasas ofertas de trabajo que se encuentran en el
extranjero demandan un profesional flexible, adaptado, emprendedor, muy alejado del bibliotecario
tradicional.
Algunas bibliotecas
ya trabajan en esta línea: enseñan a crear videos o podcast, tienen
talleres de autoedición en soporte digital, etc., Incluso, en ciertas bibliotecas
americanas, se enseña a los usuarios a
crear prototipos con impresoras en 3D, una manera de adaptarse a las necesidades que demanda la
comunidad.
Son numerosas las publicaciones que tratan este tema. Ya en
el año 1987 The Journal of Library Administration publicó un número doble titulado “Creativity, Innovation and
Entrepreneurship in Libraries”. Entre los libros más reciente “The Entrepreneurial Librarian: Essays on the
Infusion of Private-Business”, editado
por Mary Krautter, Mary Beth Lock Y Mary G. Sceanlon, recopila una serie de
proyectos innovadores llevados a cabo por bibliotecarios.
También son varios los congresos y conferencias referidos a
este asunto. Una de las universidades que fue pionera en la organización de
conferencias The University of North Carolina, tiene programado
para mayo de 2013 “The Third Conference for
Entreprenueurial Librarian”. Pero
cada día son más las universidades que se suma a esta iniciativa, como la de
Estocolmo o Canadá. Estas universidades, inmersas en un proceso innovador, analizan
la forma en que los usuarios demandan sus servicios y los van modificando constantemente
en función de sus necesidades.
Quizás es muy pronto para saber lo que serán las
bibliotecas del futuro, pero lo que sí está
claro es que los bibliotecarios tenemos que jugar un papel fundamental en su
transformación.
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Esta es la opinión de los internautas, no de la Biblioteca de Ciencias Jurídico-Sociales de la Universidad de Oviedo.
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