viernes, 6 de marzo de 2015

DAMAS DE LA IMPRENTA

En el día en que se rinde homenaje a la mujer, queremos poner en valor el trabajo de algunas mujeres que durante los siglos XVI, XVII y XVIII desarrollaron un papel importante en el mundo del libro y de la imprenta,  pero que  han sido excluidas de la historia de la tipografía. Se trata de esposas o hijas de impresores que, a la muerte de estos,  siguieron su labor al frente del taller,  hasta que un descendiente o un nuevo marido se hace cargo del mismo.
La escasa consideración social que tenían las mujeres en estos siglos, en todos los ámbitos de la vida, especialmente en el laboral, hace muy difícil conocer el grado de implicación en los talleres. Su labor se conoce a través de la delicadeza de las portadas, que nos hablan de una mano femenina, o del pie de imprenta, donde figuran, generalmente, como “viudas de…”, ya que son pocas las que se atreven a firmar con su propio nombre.
Algunas de estas tipógrafas del siglo XVI son: Jerónima Gales. Viuda de Juan de Mey (1556-1568) y viuda de Pedro Huete (1581-1587). Destacó por su pericia como impresora. Publicó la traducción castellana de  El libro de las historias, de Paulo Jovio, en el año 1562, en el que reivindicaba su experiencia y conocimiento de la profesión, y al que le añadió un soneto, escrito por ella misma, en los preliminares. Firma como viuda de Mey.
Brígida Maldonado, viuda de Juan Cromberger, desde 1540 a 1545 dirigió el taller más importante de Sevilla y uno de los más activos de la Península, siendo la época de mayor prosperidad. Conocía muy bien el mundo del libro, ya que venía de una familia de libreros de Salamanca. Renunció a firmar con su nombre, sus ediciones las firmaba con el nombre del taller.
En el siglo XVII citaremos a: Catalina del Barrio y Angulo. Viuda de Fernando Correa de Montenegro (1621-1622) y Viuda de Juan González (1633-1651). Catalina comienza su tarea de impresora en 1621,  como Viuda de Fernando Correa de Montenegro, imprimiendo varias obras hasta 1622. Volverá a aparecer en 1633, como Viuda de Juan González,  y a partir de 1640  firmará,  en numerosas ocasiones, con su propio nombre.
María de Quiñones, viuda de Juan de la Cuesta. Casada en segundas nupcias con Juan de la Cuesta, a la muerte de éste, en 1625, hereda el taller, pero no se pone al frente hasta 1628. Empezó firmando sus trabajos como viuda, pero a partir de 1633 comienza a firmar con su propio nombre.  Su trabajo fue muy abundante y de calidad. Su último impreso lo realizó en 1666.
En el siglo XVIII llegaron al poder los Borbones y con ellos la ilustración. Las mujeres tomaron conciencia de su situación y exigieron tener un puesto en la sociedad. Con Carlos III se crea la Compañía de Mercaderes de Libros, que aglutinó a todos los oficios relacionados con el libro. Sin embargo, la legislación de la época  exigía a las hijas y viudas de encuadernadores tener al frente de sus tiendas a un oficial del arte que gobernase, lo que propició el matrimonio con impresores para poder mantener el negocio.
Algunas de estas mujeres tipógrafas realizaron grandes avances en este siglo, es el caso de  Teresa Vendrell que,  a pesar del corto periodo en que ejerció la profesión, firmó con su propio nombre e imprimió libros en cursiva y con tipos redondos, algo inusual en la época. Los expertos destacan el buen gusto y la calidad técnica y artística de los trabajos que salieron de sus prensas.
Antonia Ibarra  imprimió en caracteres griegos. Por su gran dominio de la técnica obtuvo la calificación de “impresora completa”. Realizó para la Universidad de Cervera obras tan importantes como las Fábulas de Esopo o la Gramática de Pedro Núñez.
En el siglo XIX existen muy pocos estudios sobre el libro en general y sobre el arte tipográfico en particular.  A través de algunas fuentes conocemos nombres de impresoras que firman como viudas de tipógrafos, aunque no podemos afirmar que se traten de las profesionales más destacadas. Por citar algunos nombres: Viuda de Aguado, de José Hidalgo, de Mendizábal, de Ferrer, etc. A medida que avanza el siglo, los cambios derivados de la Revolución Industrial, como la mecanización de la producción, trasformaron el negocio editorial que dejó de ser estrictamente familiar  y  pasó a estar  liderado por hombres, orientándose el papel de la mujer a otras esferas como la ilustración, la encuadernación, etc.
Imagen tomada de: ameagenda.blospot.com