La función de la crítica literaria,
su validez y su eficacia ha sido una cuestión que se ha debatido hasta la
saciedad en los medios literarios. Si aceptamos que su razón de ser es
mediar entre la obra y el lector para
ayudarle a una mejor comprensión y disfrute de la misma, estaríamos a la
vez legitimando su función y poniendo en
tela de juicio la ejercida por muchos críticos a lo largo de la historia.
Hubo un tiempo en que la crítica
literaria académica era demasiado especializada y empleaba un estilo
incomprensible para la mayoría de los lectores, pero servía como instrumento
para crear opinión e influir en el mercado. En los últimos años, la falta de
rigor y compromiso de muchos de estos críticos,
más preocupados en complacer al autor o editor de turno, a la hora de valorar
un libro, que en preservar su independencia, los ha conducido a una
pérdida de influencia notable. Los avances tecnológicos y la crisis económica
han terminado por asestar un duro golpe a la crítica literaria tradicional, del
que difícilmente logrará recuperarse.
Actualmente, la mayor parte de los
libros más vendidos tienen escaso interés literario. El libro es
fundamentalmente una mercancía, sujeto a la promoción comercial, por lo que a
un editor le importa más una buena publicidad que una buena crítica. Como resultado
de todo esto, han disminuido sensiblemente lo suplementos literarios de
periódicos y las revistas especializadas. Es el caso de EE.UU que, en los
últimos cinco años, ha perdido la casi totalidad de los suplementos literarios
de los principales diarios. Las recomendaciones llegan ahora al lector a través
de las redes sociales. Son los
propios lectores los que han asumido el papel de jueces y proliferan los lugares dedicados a reseñas y
críticas literarias. Es tal la actividad registrada que a mayor velocidad que
se cierran suplementos literarios se abren blogs, creándose así una densa
maraña donde se encuentra de todo. Al lado de blogs excelentes existen una
inmensa mayoría de escasa calidad y con comentarios pesimamente escritos.
Pero al contrario de lo que ocurre en
la crítica tradicional donde el peso de la opinión recae en una sola persona,
en un blog todos los lectores pueden opinar y cada uno de sus comentarios tiene
idéntico valor. Esto ha llevado a algunos sectores a hablar de la “democratización
de la crítica”, aunque más bien debería decirse democratización de la opinión,
ya que la mayoría de los casos está muy alejada de lo que se entiende por
crítica literaria.
En un momento de sobreinformación,
la pérdida de influencia social y cultural de la crítica literaria
académica es una cuestión preocupante. Se hace más necesario que nunca poder
disponer de una referencia que nos ayude a seleccionar aquellas obras de mayor
calidad. Pero si la crítica quiere recobrar el prestigio perdido debe abandonar
como único medio de comunicación el papel, que está perdiendo presencia poco a
poco, y utilizar las redes sociales, ya que es en ellas es donde se promueve un
debate abierto, algo fundamental para su supervivencia.
Un ejemplo de una nueva forma de
crítica lo encontramos en “La Fiera Literaria”, un boletín electrónico que
empezó publicándose en papel, anexo al diario La Razón, y que en enero de este
año ha renunciado a la edición impresa.
En él trabajan un grupo de críticos pertenecientes al Centro de Documentación
de la Novela Española, que ejercen una crítica que se ha dado en llamar “acompasada”.
Se trata de una crítica libre, sin concesiones, provocadora, con ironía y humor
desenfadado, que en ocasiones raya el escarnio. Su éxito es enorme.
Imagen: AndoconBlogueros.com
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Esta es la opinión de los internautas, no de la Biblioteca de Ciencias Jurídico-Sociales de la Universidad de Oviedo.
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