El reciente robo del manuscrito original del Códice Calixtino de la Catedral de Santiago de Compostela se une a una serie de expolios culturales que se han producido en los últimos tiempos entre los que podemos destacar los dos mapamundis de la edición de 1482 de la Cosmografía de Ptolomeo en la Biblioteca Nacional, el expolio sistemático a que ha sido sometida la Biblioteca Nacional de Perú en el que han desaparecido 932 libros de los fondos antiguos más valiosos (algunos volúmenes datan de los siglos XVI y XVII) o el caso menos conocido de la Biblioteca Diocesana de Zamora en el que un canónigo del lugar robó 466 obras que un librero cordobés de acuerdo con él se encargaba de vender a coleccionistas extranjeros.
En la historia de la literatura existen varios casos de bibliófilos cleptómanos. Se trata de escritores que “distraían algunos ejemplares”, siempre que la ocasión les era propicia, los cuales pasaban a tener un valor añadido por este hecho. Esta “afición” era conocida por personas de su entorno que la disculpaban por considerar que su motivación era el inmenso amor y su propósito el de acrecentar su biblioteca y sus conocimientos.Incluso hubo casos en que algún ejemplar valioso fue empeñado en épocas de penuria para poder adquirir otros libros y desempeñado posteriormente cuando los ingresos lo permitían.
La recuperación de las obras robadas es una tarea difícil, ya que la mayoría de estos robos se producen por el propio interesado o por encargo, dada la imposibilidad de venderlos.
El interés que muestran por estas obras los amigos de lo ajeno pone de manifiesto el alto valor que tiene nuestro patrimonio bibliográfico y la pobre consideración que recibe por parte de los responsables políticos, siempre escatimando medios tanto para su conservación como para su protección. La digitalización de estas joyas bibliográficas sería la solución que impediría tanto su robo como su deterioro, ya que evitaría el acceso al documento original.
El interés que muestran por estas obras los amigos de lo ajeno pone de manifiesto el alto valor que tiene nuestro patrimonio bibliográfico y la pobre consideración que recibe por parte de los responsables políticos, siempre escatimando medios tanto para su conservación como para su protección. La digitalización de estas joyas bibliográficas sería la solución que impediría tanto su robo como su deterioro, ya que evitaría el acceso al documento original.
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