Al hilo del último post sobre el acceso abierto, hoy queremos hablaros de una noticia que
nos llega de Estocolmo sobre el último premio Nobel de Medicina, Randy Shekman.
En una entrevista publicada en The
Guardian sostiene que “las revistas científicas de élite, en particular Nature, Science y Cell, distorsionan el
proceso científico o, peor aún, ejercen una “tiranía” sobre él que no solo
desfigura la imagen pública de la ciencia, sino incluso sus prioridades y su
funcionamiento diario”.
Además, ha
añadido que a partir de este momento no va a publicar más en ninguna de las
tres, y ha fundado su propia revista científica eLife, una publicación
científica en abierto que pretende contribuir a crear una nueva forma de
publicación, divulgación y evaluación de la ciencia.
Lo que plantea Sherman
va más allá de un conflicto editorial, ya que la carrera de cualquier
científico depende en gran medida del número de investigaciones que logre publicar en una de las revistas de mayor
impacto, y las tres citadas lo son. Eso da lugar a que dichas revistas reciban
tal número de artículos cada semana que se ven obligadas a rechazar un 90% de
los mismos, lo que hace muy difícil conseguir publicar un artículo. Además, según
denuncia el propio Shekman la admisión de un texto “puede estar sujeta a
consideraciones de política científica, presiones o incluso contactos
personales”.
Otras voces como
la de Peter Lawrence, Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias y profesor de
la Universidad de Cambridge, viene denunciando desde hace tiempo esta situación.
Lo mismo ocurre con Michael Eisen, profesor de la Universidad de California Berkeley
y creador, junto con Patrick Brown, un bioquímico de la Universidad de Stanford,
de Public Library of Science (PLoS), de
un proyecto sin ánimo de lucro, una colección de revistas científicas publicadas
en abierto, con licencia Creative Commons que comenzó a principios de 2001 y
que ha recibido en 2004 el premio Rave Award. Curiosamente, el mismo Lawrence
publicó en la revista Nature, en 2003, un artículo denunciando cómo la
evaluación de la ciencia va en contra de la propia investigación científica.
Aunque muchos investigadores
son conscientes del problema que plantea la actual evaluación científica, para que
cambiasen las cosas, sería necesario que mayoritariamente los científicos se
manifestasen en contra. Y a pesar de que es importante que un Nobel se una al
movimiento del Acceso Abierto, esta estructura es tan fuerte que no es posible
romperla.
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