La delicada situación que viven las bibliotecas en estos momentos está modificando sustancialmente el concepto de biblioteca hasta el punto de cuestionar su existencia.
Por una parte, el libro electrónico las está poniendo a prueba, y sometiéndolas a una profunda reflexión. Por otra parte, asisten indefensas a una crisis económica que está haciendo mella en muchas de ellas.
Según la ALA (American Library Association), en EE.UU con la llegada de la crisis se han cerrado 438 bibliotecas y varios centenares más esperan su cierre en cualquier momento. Las hay que para salvarse acuden a la privatización de su gestión o reducen el horario al mínimo. En algunos casos, como ocurre en Minessota, se estudia reducir gastos transformando estas bibliotecas en “ Library Express”, una suerte de autoservicio de libros, que las asemejará a una máquina expendedora, eliminando el resto de los servicios.
La desaparición de estas bibliotecas trae como consecuencia que las personas sin recursos no puedan acceder a sus servicios: lectura, búsqueda de información, uso de nuevas tecnologías etc., servicios gratuitos hasta la fecha.
Supone, además, la destrucción de miles de empleos que se suman al ya elevado número de paro existente en el país, en un momento en que la economía americana no crece como debiera.
La ALA ha denunciado la inconstitucionalidad de estos hechos, ya que el derecho a la lectura y a la información están garantizadas en la primera enmienda de su Carta Magna.
Por lo que respecta al Reino Unido, las numerosas manifestaciones contra el cierre de establecimientos bibliotecarios han conseguido evitar la desaparición de algunas, pero no la reducción de sus presupuestos.
En nuestro país, tanto las bibliotecas públicas como las universitarias han sufrido recortes presupuestarios que han afectado más a la adquisición de libros que a la reducción de servicios. Estas medidas no han supuesto un descenso en el número de usuarios, bien al contrario, los préstamos de libros han aumentado significativamente. Parece que las bibliotecas han sido el refugio de la aquellas personas que han visto reducido sus ingresos, y han encontrado en nuestros servicios la forma de cubrir sus necesidades de información.
Quizás en las bibliotecas españolas las carencias presupuestarias se han notado menos dado que las prestaciones de nuestras bibliotecas nunca alcanzarán las proporcionadas por las bibliotecas americanas, como tampoco lo harán los salarios de los bibliotecarios, ni, lo que es más importante, su reconocimiento social.
Esperemos que no se produzcan más recortes y que nos permitan afrontar el futuro con esperanza.
Por una parte, el libro electrónico las está poniendo a prueba, y sometiéndolas a una profunda reflexión. Por otra parte, asisten indefensas a una crisis económica que está haciendo mella en muchas de ellas.
Según la ALA (American Library Association), en EE.UU con la llegada de la crisis se han cerrado 438 bibliotecas y varios centenares más esperan su cierre en cualquier momento. Las hay que para salvarse acuden a la privatización de su gestión o reducen el horario al mínimo. En algunos casos, como ocurre en Minessota, se estudia reducir gastos transformando estas bibliotecas en “ Library Express”, una suerte de autoservicio de libros, que las asemejará a una máquina expendedora, eliminando el resto de los servicios.
La desaparición de estas bibliotecas trae como consecuencia que las personas sin recursos no puedan acceder a sus servicios: lectura, búsqueda de información, uso de nuevas tecnologías etc., servicios gratuitos hasta la fecha.
Supone, además, la destrucción de miles de empleos que se suman al ya elevado número de paro existente en el país, en un momento en que la economía americana no crece como debiera.
La ALA ha denunciado la inconstitucionalidad de estos hechos, ya que el derecho a la lectura y a la información están garantizadas en la primera enmienda de su Carta Magna.
Por lo que respecta al Reino Unido, las numerosas manifestaciones contra el cierre de establecimientos bibliotecarios han conseguido evitar la desaparición de algunas, pero no la reducción de sus presupuestos.
En nuestro país, tanto las bibliotecas públicas como las universitarias han sufrido recortes presupuestarios que han afectado más a la adquisición de libros que a la reducción de servicios. Estas medidas no han supuesto un descenso en el número de usuarios, bien al contrario, los préstamos de libros han aumentado significativamente. Parece que las bibliotecas han sido el refugio de la aquellas personas que han visto reducido sus ingresos, y han encontrado en nuestros servicios la forma de cubrir sus necesidades de información.
Quizás en las bibliotecas españolas las carencias presupuestarias se han notado menos dado que las prestaciones de nuestras bibliotecas nunca alcanzarán las proporcionadas por las bibliotecas americanas, como tampoco lo harán los salarios de los bibliotecarios, ni, lo que es más importante, su reconocimiento social.
Esperemos que no se produzcan más recortes y que nos permitan afrontar el futuro con esperanza.
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Esta es la opinión de los internautas, no de la Biblioteca de Ciencias Jurídico-Sociales de la Universidad de Oviedo.
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